Archivo diario: 22 noviembre, 2010

Kirchner se animó a transitar caminos que nadie se atrevió a transitar – Alejandro Dolina

http://www.telam.com.ar/vernota.php?tipo=N&idPub=204053&id=387516&dis=1&sec=1

El peronismo ha sido muchas veces actor principal de acuerdos y concertaciones políticas. Hay, por otra parte, un arsenal de pensamientos burgueses que garantizan la conveniencia de buscar coincidencias.

Algunos llegan a decir que en realidad, todos deseamos lo mismo y que discrepamos acerca de las metodologías.

Se ha llegado a sostener que las ideologías habían muerto y que bastaba con elegir buenos administradores para que gobernaran.

Todo esto viene acompañado con un continuo elogio de las buenas maneras en las discusiones políticas y aún en los conflictos sociales.

A cada momento se nos propone a nuestra admiración la conducta de príncipes sonrientes o de antagonistas que se dispensan elogios mutuos durante las negociaciones.

Estas escasas palabras servirán primero para saludar todas estas ideas que acabo de exponer.

¿Quién soy yo para no ovacionarlas de pie? Pero también, y como humilde despacho en disidencia, propongo un tímido elogio del desacuerdo, de la bifurcación, de la heterodoxia, de la herejía.

Después de todo, las revoluciones surgen sólo de desacuerdos: el hombre es un mono disidente.

Me permito entonces, subrayar la acción política de Néstor Kirchner como venturoso gestor de desacuerdos. El se atrevió a recorrer caminos que nadie se atrevía a transitar y que parecían alejarse de las concurridas avenidas centrales que recomendaban los poderosos del mundo global. Y se metió por unas calles ya olvidadas cuyos nombres sólo se pronunciaban en los foros estudiantiles, en las reuniones de soñadores y en rincones que siempre estaban alejados del poder político.

Esas calles de desacuerdo ahora pueden reconocerse: una conduce al crecimiento del mercado interno… Otra al control del comercio exterior… Está bien el boulevard de la intervención del Estado o la esquina de la ley de medios, la plaza de la asignación por hijo y los veredones del desendeudamiento. Algunas de estas calles habían sido recorridas por otro señor en 1946.

Cuando alguien del poder político se atreve a caminar estos senderos termina por llegar a un distrito donde el poder político no está en el mismo lugar que el poder económico. Y la bifurcación se produce y son inevitables los ataques de las corporaciones y de los poderosos que tratarán de conseguir el regreso de los gobernantes tránsfugas hacia las avenidas iluminadas de sus intereses.

Hace muchos años hubo por televisión un debate entre el doctor Teodoro Bronzini, líder socialista e intendente de Mar del Plata, y el doctor Becar Varela que militaba en el partido que entonces tenía al menos el coraje de admitirse como conservador.

Fue una conversación muy amable y el moderador se sorprendió al fin del programa de que hubieran coincidido en tantas cosas. En realidad, no era sorprendente, ambos políticos formaban parte de una visión liberal del mundo y eran funcionales a los intereses de las corporaciones. ¿Cómo no van a ser amables si en el fondo pensaban lo mismo? Néstor Kirchner no les parecía amable a las corporaciones. En verdad, ningún otro presidente salvo aquel otro señor de 1946, les pareció tan desagradable. Y lo atacaron como a nadie ¿Por qué? No porque Kirchner tuviese mal carácter y fuera confrontativo como quien es cascarrabias.

No se trataba de una cuestión de carácter: este tipo había tocado sus intereses. Y fue el único que lo hizo. Todos los demás parecían aceptables en algún momento porque también en algún momento eran funcionales a los intereses del poder económico.

Y eso es todo lo que quería decir, a veces no hay más remedio que disentir, que persistir en el desacuerdo. Hoy casi por única vez en nuestra historia, el poder político no está donde está el poder económico.

Y este hombre que ahora se ha ido produjo un último acto de `insujeción`. Su muerte encendió la luz, y como en un refusilo vimos algo que la cerrazón de los medios había ocultado en la oscuridad: las calles laterales, las que no recomendaban los poderosos, estaban llenas de gente.


Bochornos – Eduardo Aliverti

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-157321-2010-11-22.html

No será muy original que digamos, pero es imposible no preguntarse por el detrás de la escena boxística registrada en el Congreso.

Con las salvedades de siempre, se habló con prioridad de la cachetada en sí misma, de la suerte que debería correr Graciela Camaño y de la imagen institucional brindada. Si sólo se tratara de eso, no tendría sentido detenerse en el tema ni un segundo. Una calentura de momento. Un episodio aislado. Una agresión física incluso leve en comparación con las que se suceden en casi todas partes. Si hasta resulta patético que algunas voces del oficialismo reclamen la renuncia de la diputada como presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales, cual si estuviésemos frente a una convención de bibliotecarios noruegos. Déjense de joder. Más todavía: es de baja estofa facturarle a Camaño el marido que tiene. La tipa es una militante de toda la vida, y su laboriosidad como legisladora es ponderada por propios y ajenos. Como si no bastara, Camaño venía de bajarle el copete a la parturienta republicana al advertirle que eso no era una comisión investigadora de nada. No se merecía la provocación. Se sacó por las chicanas de Kunkel, lo acomodó y chau. No vengan con el bochorno de la violencia de quienes deberían predicar con el ejemplo, ni con el dolor que siente la República, ni con cómo puede ser que le paguemos el sueldo a esta gente; ni menos que menos con que esto fue uno de los productos de la crispación en que el kirchnerismo sumió al país, ni con ninguna de esa sarta de hipocresías inútiles, encima, porque ya no se las compra nadie. ¿O sigan así, pensándolo mejor? Porque continúan dejando las cosas más claras a cada paso que dan.

¿Bochorno? Sí, es un bochorno escandaloso lo que armaron al sugerir ofrecimientos impúdicos del Ejecutivo para aprobar el Presupuesto. Todo olió a opereta desde un comienzo, porque nada cerraba por ningún lado. Que el oficialismo pudiera estar tan sensible, cuando al cabo no habría perjuicio mayor en alargar los fondos de este año y a otra cosa. Que se oferte una coima por mensajito de texto. Que los llamaron por teléfono y les dijeron “pará, que te paso con el ministro”. Todo sonaba a ridículo. Sin embargo, como se expresó en este mismo espacio hace una semana, de tan ridículo que sonaba cabía dejarse algún lugar para no poner las manos en el fuego, porque también era increíble que se expusieran al grotesco de tamaña manera. Y sí, fue así; pero para agregarle volumen kafkiano lo confirmó la oposición misma. La evangélica itinerante Cynthia Hotton, que viene a ser la versión bien vestida de Cecilia Pando, admitió que fue ella quien llamó a la kirchnerista Patricia Fadel para pedirle su firma en un texto contra la legalización del aborto. No era que Fadel la llamó a ella munida de zanahorias. Ahora resulta que la propia comisión parlamentaria que encabeza Camaño desechó las denuncias por falta de pruebas. Y que la propia Hotton dice que evalúa dejar la política para que esto no le cueste quedarse sin su marido y sin sus hijos, en lo que puede interpretarse como la decisión de no seguir pasando papelones al menos con su familia.

¿Bochorno? Sí, es un bochorno que Carrió siga montada en las acusaciones que sus mismos compañeros desmantelaron al no poder fundarlas. Es un bochorno que se pueda quedar tan preso de un personaje. Es un bochorno que le haya dicho al hijo de Alfonsín que las mecánicas procedimentales con el quórum las inventó su padre, como si antes hubiera habido la nada misma de la que ella se pretende parida. Es un bochorno que le haya puesto a eso el nombre de “La Gran Jaroslavsky”, amparándose en un muerto que si pudiese contestarle le daría una lección política inolvidable a sus pretensiones de virgen eterna.

¿Bochorno? Sí, es un bochorno que, después de la indefinición de los diputados de su fuerza, incapaces de ponerse de acuerdo sobre si acompañar o no la sanción del Presupuesto nacional, Macri amenace con adelantar las elecciones porteñas si la Legislatura no le aprueba el suyo. Eso fue después de señalar que Camaño no debe renunciar porque no pudo noquearlo a Kunkel, en otra muestra esplendorosa de su nivel de análisis político al que esta vez agregó, es cierto, la virtud de articular una oración completa.

¿Bochorno? Sí, es un bochorno el espectáculo que brinda el radicalismo, enfrascado en una interna cuya única lógica pasó a ser, primero, cómo afrontar el dilema que les provocó la muerte de Kirchner al desaparecer el elemento unificador; y después, o mejor antes, la renovada costumbre de que absolutamente nada de lo que discuten pasa por alguna confrontación de ideas siquiera superficial sino por el mero afán de espacios de poder. La sola mención de que andan despedazándose entre “alfonsinistas” y “cobistas”, como si además esas designaciones implicaran corrientes ideológicas, provoca vergüenza ajena. Un show de celadas sin otra dimensión que batallar por las autoridades de bloques parlamentarios, capaz de provocar el asombro y hasta la condena de los medios periodísticos que les son adictos; o que desesperan por la definición, si no de una candidatura próxima, al menos de cierto retrato de unidad apacible, en condiciones de dejar esperanzas para enfrentar al kirchnerismo. Cabe citar nada menos que al colega Julio Blanck, en nada menos que Clarín de ayer, en nota a toda página: “Esta vez fue en el bloque de diputados que (el radicalismo) quedó partido casi exactamente al medio por la renovación de sus autoridades. Los alfonsinistas acusan a los cobistas de apurar esa decisión el día que se debía discutir el Presupuesto. Los cobistas acusan a los alfonsinistas de romper un acuerdo establecido el año anterior, por el cual Oscar Aguad, cordobés y cobista, debía dejarle ahora la presidencia del bloque a Alfonsín y ocupar la vicepresidencia de la Cámara en su lugar (…) Los dos sectores presentaron escritos avalando a sus candidatos. Cada escrito tenía 22 firmas. El pequeño problema es que el bloque radical tiene 43 integrantes. Si había 44 firmas en total, es que alguien firmó dos veces. ¿Quién? La cordobesa Silvia Storni. Después explicó que los cobistas la habían engañado, porque le dijeron que el papel que firmaba se refería sin más detalles al cumplimiento del pacto preexistente”. ¿Bochorno?

Mientras tanto, Carrió les marcaba la cancha con el sainete que inventó o amplificó, ayudada por sus amigos mediáticos que a esta altura, con la difusión de esos lamentos vacíos de contenido y probanza, más parecen favorecer al Gobierno. Pero aún faltaba que los radicales no pudieran acordar ni tan sólo una postura única frente a las imputaciones de Lilita. Nada demasiado diferente a lo sucedido en el cuasi extinto Peronismo Federal, que exhibió al sector de Reutemann enfrentado a la jefatura del bloque a cargo de Solá, porque tampoco unificaron posición sobre las denuncias de la chaqueña. Reutemann y Solá, quienes justo venían de salirse y de amagar con alejarse de ese engendro de nombre tan abstracto como su domicilio. El uno, según su habitualidad imperecedera, no se sabe por qué; y el otro, porque parece que el funeral de Kirchner le cambió los jugadores. En una palabra, todos contra todos pero, a la vez, sin poder ser un todo ni apenas frente a la doncella embarazada por el Espíritu Santo que les fija la agenda, ni ante la urgencia de suplantar el llanto porque ese nene que me pegaba se murió.

La pregunta es: ¿y si fuera que detrás del cachetazo de Camaño grita piedra libre la obviedad de una incertidumbre e impotencia ya totales, en las filas de quienes se quedaron sin muro de los lamentos?


El movimiento, los partidos y las instituciones – Ruben Dri

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-157310-2010-11-22.html

 

Tenemos en nuestra retina grabada la escena de Néstor Kirchner, tras recibir el bastón de presidente y jugar con él, como un niño travieso, sumergiéndose en la multitud para dar y recibir abrazos, inaugurando de esa manera el movimiento nacional, popular y latinoamericano en una nueva versión. No lo vimos entonces, pero eso era lo que inauguraba Néstor en el cercano o lejano 2003, según quién lo mire. Ese movimiento que Néstor ponía en marcha es el que Cristina retoma. Muestra clara de ello es el primer acto público que realiza tras la muerte de su esposo, pues se dirige directamente a los obreros de la fábrica Renault. El líder y el pueblo en relación directa y dialogal por sobre las instituciones, característica fundamental de los movimientos. ¿Qué son, pues los movimientos?

Los movimientos están constituidos por vastos sectores sociales populares que constituyen lo que en nuestra práctica política hemos denominado siempre como campo popular. Hablamos de sectores populares más bien que de clases sociales porque en las sociedades en las que se conforman los movimientos populares no se dan, entre los diversos grupos sociales, los contornos nítidos que son propios de las clases sociales.

Así, en nuestra sociedad es muy difícil ubicar en una clase social propiamente dicha a los cuentapropistas, a los villeros, a los que tienen trabajo temporario, a los desocupados. Esto no significa negar la existencia de las clases sociales, sino tomar cuenta que éstas se encuentran desdibujadas, con contornos confusos. Los sectores englobados por un movimiento van desde la clase obrera ocupada, a los trabajadores desocupados, a los villeros, pasando por los abigarrados y vastos sectores medios hasta los empresarios medianos. Si hay algo ambiguo, sumamente complejo, es todo lo que incluye el nombre de “clase media”.

En segundo lugar, los diversos sectores sociales para construir el movimiento se unen alrededor de grandes ejes que expresan sus problemas fundamentales y los de toda la nación. Así, cuando se forma el peronismo en la década del ’40, algunos de esos grandes ejes fueron la construcción de las organizaciones gremiales de los trabajadores, las obras sociales, la industrialización, la nacionalización de los resortes fundamentales de la economía, el voto de la mujer y otros.

En tercer lugar, los movimientos surgen de abajo, en un proceso de lenta gestación, alrededor de necesidades comunes de los sectores populares que se expresan en los grandes ejes que acabamos de citar. El proceso de gestación, en un determinado momento, encuentra la manera de expresarse, de salir a la luz y conformarse orgánicamente. El peronismo sale a la luz pública de una manera inesperada, el 17 de octubre de 1945.

Desde un punto de vista es correcto decir que nadie lo preparó. El 17 de octubre fue la reacción espontánea de los sectores populares ante la agresión de las clases dominantes. Pero desde otro punto de vista, se debe decir que tuvo un largo proceso de preparación. Desde la crisis del movimiento yrigoyenista al que suplantó, venía gestándose en las entrañas del pueblo.

En cuarto lugar, en la conformación del movimiento es esencial el surgimiento de un líder, un conductor que exprese cabalmente el sentimiento, los anhelos, las reivindicaciones, las utopías del pueblo. El líder no se elige, surge y se legitima por su accionar, su comprensión del proceso, su capacidad de dialogar con el pueblo.

Los partidos en cambio se conforman alrededor de determinados principios que se establecen en documentos que elaboran sus dirigentes. La pertenencia al partido depende de la adhesión a los mismos. Los partidos se constituyen desde arriba. Para formar un partido basta la voluntad de algunos ciudadanos. Naturalmente que el partido tendrá éxito si de alguna manera expresa intereses de las clases que lo componen, pero ésta es otra cuestión.

Cualquier grupo de ciudadanos con voluntad política puede formar un partido. Ello es absolutamente imposible si se trata de un movimiento. Por ello, es correcto decir que a los partidos se los forma, se los crea, mientras que los movimientos nacen por las necesidades de los sectores que los conforman, pero triunfan sólo cuando encuentran los instrumentos necesarios para ello. Nos referimos a las estructuras, las organizaciones, los análisis, etc. Los movimientos pueden ser ahogados en su mismo nacimiento si los sectores populares capaces de conformarlo, al salir a la superficie, no encuentran la manera de organizar su fuerza numérica. Sólo cuando ésta logra organizarse se puede decir que surgió el movimiento que venía gestándose.

– Los frentes y las agrupaciones políticas. Los frentes están constituidos por diversas agrupaciones políticas. Estas diversas agrupaciones se unen mediante un pacto, contrato o alianza que se realiza de acuerdo con un determinado programa, en el cual se especifican los límites precisos del frente, determinados por los objetivos que se persiguen. El frente puede ser hecho tanto para concurrir a una elección o para enfrentar determinado problema, como para plantearse objetivos de mayor profundidad. Pero cada sector o agrupación conserva su propia identidad, su propia libertad para actuar en todos aquellos problemas que no figuran expresamente en el programa conforme al cual se construyó el frente.

El movimiento es una unidad, actúa como un todo en todos los problemas fundamentales, aunque son admitidas las corrientes internas. Esto es sumamente importante. La unidad como un todo del movimiento puede degenerar en la dictadura corporativa si no se respetan las diferencias. Debe ser unidad en la diferencia, totalidad dialéctica de universalidad y particularidades. El frente, por el contrario, actúa unitariamente sólo en los problemas explícitamente contenidos en el programa que se ha pactado.

Vemos así al movimiento como una etapa distinta al frente. En el movimiento los diversos sectores sociales encuentran la manera de superar sus diferencias circunstanciales y unirse en todo aquello que les interesa vitalmente. No significa ello que el movimiento descarte al frente. Ello no puede ser, porque es prácticamente imposible que todos los sectores confluyan en el movimiento. El movimiento se planteará el frente con los sectores populares que no han entrado en él.

– Yrigoyenismo y peronismo. En la Argentina moderna, la que entra en la órbita del capitalismo iniciando su proceso de industrialización, los sectores populares siempre que lucharon eficazmente por sus intereses, lo hicieron en movimientos populares. Así aconteció con el yrigoyenismo y el peronismo. Ello no significa menoscabar o desconocer las luchas por la liberación que diversos sectores populares libraron en el seno de otras agrupaciones políticas, sino sólo señalar que los sectores populares pudieron reivindicar eficazmente sus derechos cuando se organizaron en vastos movimientos populares.

El primero de estos movimientos en la Argentina moderna fue el yrigoyenismo. Formado a fines del siglo pasado, llegó al poder a principios de este siglo, para entrar en crisis en la década del ’20, con el triunfo del alvearismo en su seno. Esta crisis tiene un lento y largo desarrollo que encuentra su solución recién en la década del ’40, cuando los sectores populares, con su fuerte componente obrero, logran organizarse en un nuevo movimiento, o logran pasar a una nueva etapa superior a la anterior.

El peronismo es este nuevo movimiento. Su gestación y lento desarrollo abarca desde la década del ’20 a la del ’40. El 17 de octubre constituye su salida a la luz, su emergencia a la superficie, “El subsuelo de la patria sublevada”, como diría Raúl Scalabrini Ortiz. Ese 17 de octubre no fue un milagro. Fue repentino, inesperado, pero conoció una larga gestación que sólo esperaba el momento oportuno para aparecer.

El movimiento repentinamente salido a la luz logra imponerse porque el trabajo de Perón, de Evita, de los integrantes de Forja y de otros compañeros le habían preparado los instrumentos necesarios. En la década del ’50, el peronismo entró en crisis como movimiento popular, como movimiento de liberación. La crisis se prolonga hasta la década del ’70, en la que finalmente se resuelve con la derrota del proyecto de liberación en su seno.

Por largos años el grueso de los sectores populares tuvo en el peronismo su referente político natural y la mayoría de sus cuadros populares se alistaron en sus estructuras para lograr eficacia en sus reivindicaciones. Finalmente, en los ’70, el proyecto de liberación es derrotado en el seno del peronismo. Ello creó la necesidad de que surgiese la nueva etapa del movimiento popular.

– Kirchner y la pueblada de diciembre de 2001. La pueblada del 19-20 de diciembre de 2001 significó un quiebre profundo en la conciencia de gran parte de los sectores medios que se unen, de esa manera, a los sectores populares que ya venían resistiendo con sus MTDs, piquetes, marchas, y cortes de ruta. El movimiento popular estaba ahí pero sólo en-sí, como diría Hegel.

El grito que atruena en Plaza de Mayo y se expande por las calles, plazas y parques de Buenos Aires y de otras ciudades del interior es “¡que se vayan todos!, ¡que no quede ni uno solo!”. En ese grito se expresa el quiebre el neoliberalismo, de los partidos políticos que lo habían asumido y, con ello, un rechazo visceral a la política. Como nunca se marcha, se forman grupos, surgen asambleas en las que se debate política al mismo tiempo que se rechaza la política.

De esa manera se tiraba al bebé, o sea, la política, con el agua sucia, es decir, los partidos políticos y los dirigentes políticos, responsables de la debacle. Poco a poco el movimiento se va apaciguando. Las asambleas, numerosas, bulliciosas, llenas de debates, al principio, se van apagando. A los tres años sólo quedan algunas, mientras que los políticos a los que se los conminaba a irse, volvían. Quedó la sensación muchas veces expresada de que no sólo no se fueron, sino que volvieron todos.

¿Fue ésa entonces una pueblada fallida? ¿No quedó nada de ella? Hubo alguien con un olfato político especial que leyó correctamente lo que había sucedido en 2001, y ése fue Néstor Kirchner. Por caminos azarosos llega a la presidencia en 2003 e inmediatamente comienza dar respuestas a los problemas que se encontraban implícitos en el “¡que se vayan todos!”. Limpieza de la Corte Suprema, descabezamiento de la cúpula militar, política de derechos humanos, no represión de la protesta social. Podemos seguir con las medidas, profundizadas luego durante la presidencia de Cristina, pero ello no es necesario. Lo que sí es necesario es tener claro que de lo que se trataba era de retomar el proyecto nacional, popular, latinoamericano, destrozado cruelmente desde la dictadura militar genocida con su culminación en la nefasta década del ’90.

Es el proyecto nacional y popular autocentrado, es decir, que mira en primer lugar al mercado interno, lo que supone industrialización, plena ocupación y amplio desarrollo de la cultura a partir de la promoción y defensa de la escuela pública en todos sus niveles. El proyecto no se restringe a los meros límites de la nación. Esta es la patria chica que sólo se podrá realizar en el horizonte de la Patria Grande Latinoamericana. Los pasos que se dieron en ese sentido son más que evidentes y prometedores.

¿Qué pasa entonces con las instituciones? Estas son instrumentos necesarios del movimiento. Si éste es vigoroso también lo serán las instituciones. Cuando se hace la prédica del salvataje de las instituciones, de hecho lo que se pretende es la derrota del movimiento. Quieren instituciones sin movimiento popular, es decir, instituciones que sirvan de pantalla a los grandes intereses monopólicos que se pretenden democráticos.

Es revelador ver a nuestros defensores de las instituciones, de la calidad institucional, asaltar las comisiones de la Cámara de Diputados para luego proclamar, como lo hizo Pino, que se trata de un “día histórico”. El triste espectáculo de la legislatura, obediente a las órdenes de la profetisa de los Apocalipsis, tratando de poner obstáculos a la gestión de gobierno es la realidad de los defensores de las instituciones o de la calidad institucional.

* Filósofo, profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).


¿Por qué el 20 de noviembre es el Día de la Soberanía? – José María Rosa

http://www.telam.com.ar/vernota.php?tipo=N&dis=1&sec=1&idPub=203984&id=387330&idnota=387330

El 13 de enero de 1845 en París, noche nevosa según el testimonio de uno de los presentes, François Guizot, primer ministro de Luis Felipe, rey de los franceses, reúne a cenar en el Ministerio de Relaciones Exteriores a los técnicos del Plata que se encontraban en la capital de Francia.

De dicho ágape surgirá la intervención armada anglofrancesa, y su posible colaboración brasileña en los asuntos internos de las repúblicas sudamericanas.

Concurren el embajador de Inglaterra Lord Cowley, sir George Ouseley, que partiría al Plata llevando la intimación a Rosas, Mr.

De Lurde hasta entonces Encargado de Negocios francés en Buenos Aires, el almirante Mackau, ministro de Marina, y que conociera a Rosas en 1840 cuando fue a llevarle la paz por instrucciones de Thiers, Mr. Desages director general del Ministerio, y el vizconde de Abrantés en misión especial de Brasil para acoplarse a la proyectada expedición.

Los Antecedentes de la Intervención Desde 1842 andábase en ese negocio. Francia había fracasado en su intento de imponerse por la fuerza de sus cañones y de su dinero “que sembró la guerra civil” a la Confederación Argentina gobernada por un hombre del carácter férreo de Rosas.

Hacia 1842 la política de la `entente cordiale` de Inglaterra y Francia hizo renacer la posibilidad de una nueva intervención, esta vez combinadas las fuerzas militares de ambas naciones: no era admisible que los pequeños países surgidos de la herencia española obraran como si fueran Estados en uso pleno de su soberanía y se negaran a recibir los beneficios “libertad de comercio, tutelaje internacional, libertad de sus ríos navegables” de las «naciones comerciales».

Había que hacer, en primer lugar, de la ciudad de Montevideo una factoría comercial, de propiedad común anglofrancesa, desde donde dominar la cuenca del Plata después, establecer la ley de los mares “es decir, su libre navegación” a los ríos interiores argentinos, y finalmente dividir en mayores fragmentos esa Confederación Argentina que Rosas se había empeñado en mantener incólume del naufragio del antiguo y extenso virreinato del Plata.

De allí la nota conjunta que los ministros inglés y francés en Buenos Aires (Mandeville y De Purde) habían pasado a Rosas apenas producida la batalla de Arroyo Grande. Diciembre de 1842: prohibíase ayudar a Oribe a recuperar su gobierno oriental y se amenazaba con tomar las medidas consiguientes si los soldados argentinos atravesaban el Uruguay en unión con los orientales para expulsar las legiones extranjeras que mantenían a Montevideo.

Pero Rosas quedó sordo a la amenazas: contestó poco más o menos que en las cosas argentinas y orientales mandaban solamente los argentinos y los orientales. Consecuente con su respuesta el ejército aliado de Oribe, atravesó el Uruguay, y en febrero de 1843 empezó el sitio de Montevideo, defendida por las legiones extranjeras y por el almirante inglés Purvis.

En febrero de 1843 esperábase por momentos la intervención conjunta amenazada por la nota de Mandeville y De Lurde que Rosas había osado desafiar. Pero no llegaba. Es que 1843 no había sido un año propicio para la entente cordiale, amenazada de quebrarse por la cuestión del matrimonio de la joven reina de España.

La misión del argentino Florencio Varela De allí el desdichado fracaso del abogado argentino Florencio Varela, enviado a Londres en agosto de 1843 por el gobierno de la Defensa de Montevideo a indicación del almirante inglés Purvis.

Llevó instrucciones para convencer al canciller Aberdeen de que la «causa de la humanidad» reclamaba la inmediata presencia de la escuadra británica en el Plata.

Gestionaría también la «tutela permanente» inglesa a fin de salvar al Plata en adelante de la barbarie nativa. Intervención y tutela retribuidas “lo decían las instrucciones” con la libertad absoluta de comercio y la libre navegación de los ríos.

Para cumplir mejor su cometido y documentar la «causa de la civilización», la casa inglesa Lafone confeccionó en Montevideo un record de los actos de barbarie que convenía atribuir a Rosas.

El periodista argentino José Rivera Indarte, ducho para esos menesteres, recibió el encargo de redactar el record abultándolo de manera que impresionara en Europa: se le pagó un penique por cadáver atribuido a Rosas.

Confeccionó Las tablas de sangre, que por dificultades de impresión no estarían listas en el momento de embarcarse Varela, pero le llegarían a Londres a los fines de su misión.

Aberdeen recibió a Varela. El trato no fue el esperado por el argentino. No obstante traducirle Las tablas de sangre, el inglés no pareció emocionarse con los horrores recopilados por Rivera Indarte; tampoco tomó en serio «la tutela permanente» ni las cosas que le ofrecía el ex argentino.

Le contestará fríamente que Inglaterra defenderá la «causa de la humanidad» dónde y cómo lo creyera conveniente, sin menester de promotores ni alicientes, y se le importaba un ardite cuanto pudieran ofrecerle los nativos auxiliares.

Inglaterra haría y tomaría lo que más le conviniese, sin otro acuerdo que «con las grandes naciones comerciales» asociadas a la empresa.

Varela no entiende; nunca entendió nada de la política americana ni de la europea. No comprende ese desprecio hacia «su gobierno» tan favorable a Inglaterra, ni que se hiciera caso omiso de sus tentadoras ofertas; jamás tuvo conciencia de su posición ni sentido de las distancias.

Váse de Europa “después de una gira por París, donde tuvieron mayor éxito las Tablas de sangre” mohino y decepcionado de los «poderes civilizadores». «La Inglaterra “escribe en su Diario de viaje” no conoce ni sus propios intereses».

La cena de Guizot En 1844 las cosas mejoraron y la `entente cordiale` pudo reanudarse. Más alerta Brasil que el despistado gobierno de Montevideo, envía entonces su comisionado: el vizconde de Abrantés.

Aberdeen lo recibe mejor que a Varela; al fin y al cabo Brasil era un imperio constituido y no un gobierno nominal de ocho cuadras escasas, mantenido a fuerza de subsidios y de legiones.

Pero Inglaterra no quiere la participación de Brasil en la empresa a llevarse en el Plata; no le convenía fortalecer ese imperio americano ni darle entrada al Plata.

Como Abrantés representaba a un emperador no podía despedirle a empujones, como lo hizo con Varela; lo hará más diplomáticamente, pero lo hará.

Tras conversar con Abrantés en Londres (que también ha venido a hablarle «de la causa de la civilización», oyendo del inglés el despropósito de «que la existencia de la esclavitud en Brasil era vergüenza mayor que todos los horrores atribuidos a Rosas por sus enemigos», lo despacha a París.

Allí se arreglará la intervención en definitiva y la posible participación de Brasil.

Pero eso es la cena de Guizot en el ministerio la noche del 13 de enero de 1845. Muy a la francesa se discutirá la acción en la sobremesa. Y al servirse el café y el coñac, Guizot abre el debate sobre el interrogante ¿Qué propósito y qué medios dar a la intervención? Abrantés no se anima a postular «la causa de la civilización» después de lo ocurrido con Aberdeen.

Las Tablas de Sangre podían ser útiles para impresionar al gran público, pero evidentemente no producían efecto en los políticos.

Sin embargo, todos son partidarios de pretextar ostensiblemente la «causa de la civilización», pero agregándole las «necesidades de las naciones comerciales», la «independencia de Uruguay, Paraguay y Entre Ríos» que había que preservar de la Confederación Argentina, y la «libre navegación de los ríos» argentinos, orientales, paraguayos y entrerrianos.

En cuanto a Rosas… Mackau, que lo ha conocido en 1840 hace su elogio: es un patriota insobornable, un político hábil, un gobernante de gran energía y un hombre muy querido por los suyos.

Desde luego, es un obstáculo para los planes de la intervención y costaría llevarlo por delante; aunque contra las escuadras combinadas nada podría hacer.

De Lurde, que también lo ha conocido en Buenos Aires, se desata en elogios para Rosas: su gobierno ha impuesto el orden donde antes imperaba el desorden; tal vez los argentinos se hubieran acostumbrado a obedecer a una autoridad y pudiera reemplazárselo por otro gobernante más amigo de los europeos, pero la cuestión es que Rosas no cedería a una intervención armada: «se refugiaría en la pampa y desde allí hostilizaría a los puertos».

A su juicio la intervención irá a un completo fracaso; mejor era dejar las cosas como estaban y tratar con Rosas de igual a igual «sacándole los beneficios comerciales posibles».

Abrantés está de acuerdo, en parte, con De Lurde. Pero no cree que la intervención iría a un completo fracaso. Combinadas Inglaterra, Francia y Brasil, su fuerza sería irresistible; a Rosas podría perseguírselo hasta el fondo de la pampa. Pero, eso sí, deberían emplearse todos los medios para obtener el triunfo.

En caso de no emplearse medios eficaces (expedición marítima y fuerzas de desembarco en número aplastante), mejor era olvidarse de una intervención y «no exponerse a la irritación de un hombre como Rosas».

Ouseley trae le palabra de Inglaterra. Nada de expediciones de desembarco que por dos veces habían fracasado en Buenos Aires (1806 y 1807).

Lo que se buscaba era otra cosa, para lo cual el gobernante argentino carecía de fuerza para oponerse: una gran expedición naval que levantara el sitio de Montevideo, tomara posesión de los ríos, y gestionara y mantuviera la independencia del Uruguay, Entre Ríos y Paraguay.

De Montevideo se haría una factoría para las grandes naciones comerciales; de común acuerdo entre las nacionales comerciales y Brasil, se fijarían los límites de los nuevos Estados del Plata.

Buenos tratados de comercio, alianza y navegación los unirían con las naciones comerciales.

Abrantés se desconcierta ante esa repetición de «las naciones comerciales» que parecerían excluir a Brasil, y pregunta cuál sería la participación del Imperio en la empresa. «El ejército brasileño operaría por tierra concluyendo con Oribe».

Abrantés protesta, pues eso sería «recibir solo la animosidad de Rosas, pues las fuerzas de Rosas se manifestarían por tierra, si los tres aliados participaban en común, también en común deberían emplearse».

Cowley corta: Inglaterra no enviará expediciones terrestres.

Mackau no quiere la participación de Brasil «que complicaría la cuestión». Ouseley añade que por una fuerte expedición naval podrían cumplirse los objetivos de la intervención: en cuanto a Rosas y su Confederación Argentina, aislados al occidente del Paraná, no podrían oponerse a lo que se hiciera a oriente de este río.

Guizot resume las opiniones como final del debate.

Se emplearían «solamente medios marítimos», a no ser que Brasil quisiera, usar su ejército de tierra; la acción naval sería suficientemente poderosa para hacer a los aliados dueños de los ríos, del Estado Oriental, de la Mesopotamia y del Paraguay, cuya «independencia se garantizaría».

Estos Estados se unirían con sólidos lazos comerciales y de alianza con los interventores.

Brasil se retira Abrantés informa esa noche a su gobierno. Ha comprendido que muy diplomáticamente no se quiere la participación brasileña.

No solamente Aberdeen le ha exigido la renovación de los leoninos tratados de alianza y de tráfico de esclavatura como previos a la alianza, sino Brasil no obtendría objetivo alguno en la intervención.

Todo sería para las naciones comerciales; que fijarían los límites de los nuevos Estados con el Imperio (desde luego, en perjuicio del Imperio), y serían las solas dueñas de las nuevas repúblicas. Brasil vería cortarse para siempre su clásica política de expansión hacia el sur.

Además, dejarle la exclusividad de las operaciones terrestres contra Rosas era una manera de obtener el retiro del Imperio, pues Brasil no tomaría exclusivamente semejante responsabilidad. Y dando por terminada su misión se retira de París.

Empieza la Intervención Gore Ouseley, portando el ultimátum previo a la intervención, viajó a Buenos Aires. Exigió el retiro de las tropas argentinas sitiadoras de Montevideo, juntamente con las orientales de Oribe y el levantamiento del bloqueo que el almirante Brown hacía de este puerto.

Se descartaba su rechazo por Rosas. Poco después llegaba el barón Deffaudis con idéntico propósito en nombre de Francia.

Mientras Rosas debate con los diplomáticos el derecho de toda nación, cualquiera fuere su poder o su tamaño para dirigir su política internacional sin tutela foráneas, se presentaron en Montevideo las escuadras de Inglaterra y Francia comandadas respectivamente por los almirantes Inglefield y Lainé.

Pendientes aún las negociaciones en Buenos Aires, ambos almirantes se apoderaron de los buquecillos argentinos de Brown que bloqueaban Montevideo, arrojaron al agua, la bandera Argentina y colocaron al tope de ellos la del corsario Garibaldi.

Ante ese hecho -ocurrido el 2 de agosto de 1845- Rosas elevó los antecedentes a la Legislatura, que lo autorizó «para resistir la intervención y salvar la integridad de la patria». Ouseley y Deffaudis recibieron pasaportes para salir de Buenos Aires. La guerra había empezado.

Obligado (20 de noviembre) El 30 de agosto la escuadra aliada íntima rendición a Colonia, que al no ser acatada es desmoronada a cañonazos al día siguiente. Garibaldi, con los barcos argentinos, de los que ahora es dueño, participa en este acto y se destaca en el asalto que siguió.

El 5 de septiembre los almirantes se apoderan de Martín García: Garibaldi, con sus propias manos -que más tarde serían esculpidas en bronce en una plaza de Buenos Aires-, arrió la bandera argentina.

De allí la escuadra se divide. Los anglofranceses remontan el Paraná, mientras Garibaldi toma por el Uruguay y sus afluentes: el corsario se apodera y saquea Gualeguaychú, Salto, Concordia y otros puntos indefensos, regresando a Montevideo con un enorme botín de guerra.

Mientras tanto Hontham y Trehouart navegan el Paraná en demostración de soberanía, y para abrir comunicaciones con su ejército «auxiliar» que, al mando del general Paz, obraba en Corrientes.

Pero el 20 de noviembre, al doblar el recodo de Obligado, encuentran una gruesa cadena sostenida por pontones que cerraban el río, al mismo tiempo que baterías de tierra iniciaban el fuego.

Es el general Mansilla, que por órdenes de Rosas ha fortificado la Vuelta de Obligado y hará pagar caro su cruce a los interventores.

Al divisar los buques extranjeros ha hecho cantar el Himno Nacional a sus tropas y abierto el fuego con sus baterías costeras.

Hontham y Trehouart contestan y llueven sobre la escasa guarnición Argentina los proyectiles de los grandes cañones de marina europeos.

Siete horas duró el combate, el más heroico de nuestra historia (de las 10 de la mañana a las 5 de la tarde). No se venció, no se podía vencer.

Simplemente, quiso darse a los interventores una serena lección de coraje criollo. Se resistió mientras hubo vidas y municiones, pero la enorme superioridad enemiga alcanzó a cortar la cadena y poner fuera de combate las baterías.

Bizarro hecho de armas, lo califica Inglefield en su parte, desgraciadamente acompañado por mucha pérdida de vidas de nuestros marinos y desperfectos irreparables en los navíos.

Tantas pérdidas han sido debidas «a la obstinación del enemigo», dice el bravo almirante.

¿Se ha triunfado? La escuadra, diezmada y en malas condiciones, llega a Corrientes, y de allí intenta el regreso.

En el Quebracho, cerca de San Lorenzo, vuelve a esperarla Mansilla con nuevas baterías aportadas por Rosas. Otra vez un combate, otra vez «una victoria» -el paso fue forzado- con ingentes pérdidas.

Desde allí los almirantes resuelven encerrarse en Montevideo; transitar el Paraná es muy peligroso y muy costoso.

Se deshace el proyecto de independizar la Mesopotamia gestionado por los interventores en el tratado de Alcarás porque Urquiza ya no se sintió seguro. Se deshace la intervención.

Poco después -13 de julio de 1846- Samuel Tomás Hood, con plenos poderes de Inglaterra y Francia, presenta humildemente ante Rosas el «más honorable retiro posible de la intervención conjunta». Que Rosas lo haría pagar en jugoso precio de laureles.

Por eso el 20 de noviembre, aniversario del combate de Obligado, es para los argentinos el Día de la Soberanía.

Algunos panegiristas de Varela han negado la imputación de Paz, por no referirse las instrucciones de Varela a la independencia de la Mesopotamia. Pero nada tenían que decir estas instrucciones del gobierno de Montevideo sobre un asunto que le era ajeno. Por otra parte, la imputación de Paz no puede asombrar a quien conozca la política de esos años: la independencia de la Mesopotamia era un viejo propósito acariciado por quienes buscaban fragmentar en mayores porciones al antiguo virreinato. Lo quisieron Inglaterra y Francia en 1845; lo quiso Brasil en 1851. No lo pudieron cumplir los primeros por la enérgica repulsa de Rosas; no lo pudo hacer el último por la oposición inglesa a crearse una republiqueta en beneficio de Brasil. En beneficio suyo -como en 1845 y 1846- era otra cosa. Urquiza no fue ajeno a ambas propósitos de desmembrar la Argentina.

Volviendo a Varela. Pese a la radical expresión de la Historia de la Academia «La acusación de desmembrar la mesopotamia hecha a Varela -no tenía más falta que la de ser equivocada-. Si llega a formularse nuevamente deberá ser calificada de infundada» VII, 2º sc., p.265), lo cierto es que Varela, Carril y la mayor parte de los unitarios y aún el mismo Urquiza querían desmembrar la Mesopotamia. La prueba documental es terminante y decisiva.

En realidad, poco importa lo que dijera o pretendiera Florencio Varela. La desmembración de la Mesopotamia no hubiera sido lo más lamentablemente deplorable de su triste misión. Quién tenía instrucciones para ofrecer la tutela permanente de Inglaterra en el Plata, importa poco que hubiera querido dividir administrativamente a su patria en dos o catorce porciones. (Télam)

(*) Historiador (1906-1991)


Musica 678 para bajar – Juguetes Perdidos, La mierda oficialista, Llegaremos a Tiempo, Somos boludos, Tratando De Crecer

Los temas que emocionan de este gran programa. Musica que paso a ser parte del hermoso proyecto Nacional y Popular que estamos construyendo.

Gracias Baglietto, Rosana, Indio, Barragan. Es poesia que paso a la enternidad, como el Flaco Kirchner.
Lista de temas: (click para descargarlos)
http://cid-381fd12976a3d17a.office.live.com/embedicon.aspx/A/musica678

1. Juguetes Perdidos – Los Redondos
2. La mierda oficialista – Barragan
3. Llegaremos a Tiempo – Rosana vivo 678
4. Somos boludos – Barragan
5. Tratando De Crecer – Baglietto

678 Musica

678